Se ha muerto un amigo al que no conocía pero al que escuchaba sin cansancio. Joan Baptista Humet fue un gran artista, uno de esos que no alcanzó ni la celebridad ni la fortuna pero que supo cantar una serie de verdades sentimentales, sólidas y duraderas. Sus letras eran muy emotivas y simples y su música era fácil y popular, sonaba como la canción de alguien muy cercano en un día cualquiera, en una tarde de esas en que comprendes que estamos aquí de paso. La vida era su gran tema; el amor, el cariño, la piedad, la soledad, la paciencia asomaban a sus canciones con la verdadera cara de la bondad.
Ha muerto de un cáncer de estómago a una de esas edades que ahora se nos antojan muy prontas. Tenía unos años menos que yo, pero le escuchaba con la devoción que se debe a los más sabios, y le seguiré escuchando por esas calles repletas de tráfico y en las que parece que no hay nadie. Ha muerto en paz y acompañado de toda su familia, mostrando hasta el final un estado de ánimo positivo y sereno, del que dio muestra durante toda su vida. Expresó hasta el final su satisfacción, ante la adversa situación, al tener tiempo de despedirse de sus familiares y amigos cercanos.
Yo no sé si Joan era o no creyente, pero sus emociones y su actitud me parecieron siempre hondamente cristianas. No me extraña nada de lo que se ha dicho con motivo de su enfermedad y de su muerte que en ningún momento desmintieron su discreción y su serenidad, su amor por la vida, sin estridencias ni divismos.
Cuando esta tarde coja el coche oiré de nuevo las canciones que más me emocionan y seguramente se me escapará una lágrima y una oración por él y por todos nosotros. Ahora me entero que había nacido en Navarrés, Valencia, dónde se celebrará la Misa funeral y será enterrado, y que había vivido en Tarrasa. No sé nada de sus inclinaciones políticas ni de sus preferencias culturales, pero de nada valdrá lo que hagan quienes se esfuercen para que me resulte extraño por ser catalán.
[publicado en Gaceta de los negocios]