La economía de Münchhausen

El barón de Münchhausen fue un auténtico fanfarrón que dio píe, con sus hazañas inverosímiles,  a la creación de un personaje literario al que muchos filósofos han prestado atención. La hazaña más comentada del personaje fue la forma en que consiguió salvarse de morir ahogado en un pantano: no teniendo ningún otro medio a su alcance, tiró fuertemente de su coleta y logró salvarse de la ciénaga. Me viene a la memoria el personaje al contemplar los denodados esfuerzos de los políticos por arreglar la crisis económica inspirándose en los mismos principios del barón.

Cuando Zapatero reparte miles de millones de euros se está tirando del pelo para salvarse e ignora principios elementales de la física económica. A parte de que el oficio de los políticos consista largamente en las artes del engaño, ZP puede sufrir una alucinación al ver que, efectivamente, sube o se mantiene en las encuestas mientras, a su lado, todo se hunde en el precipicio sin fondo de la crisis, menos los Bancos, que no son culpables de nada a ojos del líder socialista. Tres millones de parados en cinco años pueden producir una sensación de vértigo ascendente a quien compruebe que aún queda algún dinero en la caja para continuar haciendo mercedes y que los buenos amigos reparten dividendos como si tal cosa, de manera que no se olvidarán de un político tan dadivoso si las cosas se ponen definitivamente mal. Nuestro Münchhausen no es menos crédulo que el baroncito alemán y confía ciegamente en que antes de que se le acabe el crédito llegue el séptimo de caballería con Obama al frente y arregle la economía internacional y, por ende, la española que es un mero reflejo de cómo marcha el mundo en estas cosas aburridas de la contabilidad, las amortizaciones y el interés compuesto. El nombramiento de Paul Volcker ha podido extrañarle un poco, pero seguro que Moratinos, mientras le pasaba a la firma cualquier iniciativa de nuevo rico que ignora su ruina, le ha tranquilizado diciendo que le suena que Volcker es amigo de Solbes, de cuando estaba en Europa.

Los Estados viven de los impuestos y los impuestos se obtiene de las actividades y los sudores  de los ciudadanos; cuando estas entran en una fase de paralización es literalmente absurdo seguir llenando la caja de los que más tienen, los Bancos, y de los que más gastan sin sentido, los municipios (véase cómo está dejando Gallardón la calle de Serrano ante el pasmo universal) con el dinero que se supone van a seguir generando los ciudadanos que están sin horizonte y sin empleo. Pero estos son argumentos sin gracia para nuestro Münchhausen que es un tipo al que le puede fallar todo menos la imaginación. De la misma manera que el baroncito teutón presumió de viajar sobre una bala de cañón, o de haber estado en la Luna, el nuestro ha adelantado unos gastos de nada para celebrar la inminente alianza de civilizaciones o presume, lo hacen sus adláteres porque su innata modestia no le deja excederse en el autoelogio, de ser el orientador de las grandes reformas que el capitalismo necesita, eso sí, sin tocar a los Bancos.

Con estas esperanzas y un manejo sistemático de la máquina de despistar, el barón de la Moncloa pretende pasar indemne por una crisis que, si las cosas le van bien,  nunca habrá existido. Pero no se dará el caso. No puede ser que el haber pasado, en horas veinticuatro, del superávit presupuestario a la amenaza cierta de superar el déficit previsto en el pacto de estabilidad de la Unión Europea, sea un pequeño paréntesis en la marcha imparable de nuestra economía; no puede ser que la producción diaria de miles de parados pase inadvertida; no puede ser que la falta de iniciativa para lo que no sea disparar en todas direcciones con pólvora del rey se quede en un espectáculo más cercano al circo que a cualquier política mínimamente seria; no puede ser que malbaratar una gran compañía española poniéndola en manos del Kremlin, para que no sufra un grupito selecto de amigos de ocasión, se quede sin su justo castigo. Bueno, o sí podría ser, pero no sería como para alegrarse.

Tiemblo pensando en lo que se le puede ocurrir a Zapatero si este conjunto de actuaciones empieza a pasarle la factura debida. A día de hoy tenemos un gobierno muy débil, un gobierno sin otros planes que los de su continuidad (que es algo que deja fríos a la inmensa mayoría de españoles) y que está a merced de cualquier amenaza ingeniosa: ha bastado que un grupo de turistas españoles con problemas en Thailandia hayan gritado “Sarkozy sácame de aquí”, para que la siempre eficaz maquinaria de Moratinos y Chacón se ponga en marcha y flete los aviones oportunos.  A día de hoy, la incógnita es si los españoles van a seguir disfrutando con las fantásticas hazañas de nuestro imaginativo Münchhausen, o se van a cabrear porque comprueben que, mientras el barón da que reír, se están quedando fríos y sin blanca. Sería deseable que, llegado el momento, tuviesen a quién mirar.

[publicado en elconfidencial.com]