A ZP, finalmente, le ha gustado lo de las crisis porque, como todos los grandes líderes, ha sabido ver una oportunidad donde los más sólo saben ver unas dificultades. Lo lleva en la sangre.
A ZP lo que de verdad le gustaría es poder tomar posesión como Obama el 20 de enero y descansar con comodidad en el colchón de las responsabilidades de la coalición Aznar-Bush, que nos trajo el Prestige, la guerra y finalmente, como ya advirtió él en su día, esta crisis. Pero, claro, unas pequeñas diferencias de calendario no le permiten enmarcarse a sus anchas en tan cómodas referencias. El problema parece de fuste, pero nada se resiste a la fértil imaginación de ZP y la solución se le ha aparecido bajo la forma de crisis creativa de gobierno. No se trata de reconocer un fracaso, que sería inoportuno y antipatriótico, sino de hacer que la crisis sea parte de la solución. En primer lugar se busca lo que haya habido de bueno y se crea un Ministerio para que pueda lucirlo. En el deporte hemos ido muy bien y es muy útil unir esos éxitos al esfuerzo del Gobierno, creando un Ministerio para que se note quién ha estado detrás del gol a Alemania o de los raquetazos de Nadal.
Además, una crisis bien hecha es una oportunidad para el empleo. Los ministros cesantes no tendrán problema porque dado su valor y el bagaje que han adquirido al lado del líder se colocarán, sin duda, de modo ventajoso en cualquier franquicia de las muchas que ofrece el sistema. Además, los nuevos darán lugar a numerosos puestos de trabajo con sus cargos de confianza, sus asesores y sus gabinetes de lo uno y lo otro; así se muestra la manera como los socialistas encaran la escasez, esto es, gastando sin temor.
Hay otro aspecto creativo en una crisis planteada de este modo, a saber, la cantidad de inversión inducida que puede traer consigo. Desde el cambio de los letreros en los ministerios afectados al cambio de papelería, de mobiliario y de habitación, servicios todos que se prestarán por empresas privadas en un esfuerzo adicional para mover el mercado y animar el consumo.
Los nuevos ministerios acometerán con mayor brío, si cabe, las tareas encomendadas y, lo más importante, las que sean capaces de inventar. Atentos a la nomenclatura porque Zapatero dará a entender parte de sus planes estratégicos con la forma de denominar a los nuevos departamentos. Se podría crear un Ministerio de la diversidad para complementar la tarea del Ministerio de la Igualdad que tal vez cambie de nombre para llamarse de la Equidad, lo que dará lugar a grandes debates filosóficos que aumenten la tirada de los periódicos, al tiempo que se incrementa la publicidad institucional sin la que estas novedades se verían privadas de su brillo.
[publicado en Gaceta de los negocios]