El tráfico no mejora con los guardias

Por muy distintas que sean Barcelona y Madrid, y damos por hecho que lo son,  aunque solo sea porque en Madrid no hay playa, hay algunas cosas en que coinciden y suelen ser, fatalmente, malas. Es como si dijéramos que las soluciones son peculiares pero los problemas son universales. Lo que ocurre, por el contrario, es que el imaginario de las autoridades municipales que, como las plagas, no conoce fronteras,  induce inequívocamente a creer que los problemas son peculiares y, como su capacidad de análisis (incluso en Barcelona) y/o de pensamiento crítico no da para mucho, se ven en la necesidad de aplicar supuestas soluciones universales. Pensemos en el tráfico que es, claramente, un problema bastante común en las ciudades en que la policía es exuberante. Está enteramente acreditada la existencia de una relación inversa entre la fluidez y placidez del tráfico y el número de policías dedicado a facilitarlo, pese a lo cual, tanto los munícipes barceloneses como los matritenses insisten en aumentar el número de guardias y en pasar a la posteridad por haber creado un buen plantel de figuras similares. En Madrid se les llama agentes de movilidad, aunque suelen estar casi siempre quietos al frente de un atasco que nunca se sabe si crean o diluyen, aunque los maliciosos tenemos las ideas muy claras. Las autoridades se consuelan, supongo, pensando que si bien no arreglan el tráfico han hecho más rica y polimorfa la biodiversidad burocrática, un tema que les encandila.
Hace ya unos meses tuve la ocasión de comentar otra curiosa correlación inversa entre la velocidad media del tráfico y las multas, aunque esta vez no podía asegurar su universalidad, pero sí su absoluta certeza en la capital catalana. Ahora cualquiera puede comprobar como, con las fiestas navideñas y pese a la crisis,  hay más atascos lo mismo en Las Ramblas que en Alcalá, y, por supuesto, más guardias.