San Quirico

Está claro que las épocas de crisis lo son también de confusión, de nervios y de atropello. Ahora estamos pagando la deuda de haber dado tanta importancia a la economía, es decir, de no creer casi en nada más. Además, la economía se nos presenta, a los más, como un misterio, de manera que, a las primeras de cambio, o enmudecemos o temblamos de miedo. Verdad es que tampoco los economistas, los que se supone que saben, nos dan ninguna explicación consecuente ni nos ofrecen ningún consuelo.

Pues bien, en medio de tanta tribulación, se nos ha aparecido don Leopoldo Abadía uno de esos catalanes un poco madrileño, es decir de esos catalanes que tampoco han nacido en Cataluña, que presume de ser mayor (no es para tanto) y que ha empezado a explicar lo que pasaba y, sobre todo, a decir que tiene remedio. Empezó desde su blog explicando el origen de la crisis Ninja y desde allí se aparece ahora en varias tribunas ofreciendo sosiego, racionalidad, fe, moderación y esperanza. No tengo el gusto de conocerle, pero me parece que está haciendo una labor admirable hablando con mucha calma de las cosas que siempre se olvidan cuando parece que lo único que importa es la economía, es decir, el dinero.

Leopoldo Abadía ni adora las riquezas ni se ríe de las gracias de los poderosos; en cambio rinde culto a la amistad, a la modestia, a la buena educación, al saber escuchar, a la esperanza y al buen sentido. Sabe que podemos hacer las cosas mal, pero que, por eso mismo, estamos siempre en condiciones de volver a hacerlas bien. Nos habla desde San Quirico, un lugar utópico, inexistente, pero que suena muy bien como un lugar cualquiera de las tierras catalanas que a mí se me antoja muy cercano a Barcelona, ese archivo de cortesía y patria de los valientes como la llamó Cervantes. Desde allí, hace honor al título cervantino este catalán  de elección que es el sabio don Leopoldo, un hombre feliz que siempre tiene tiempo para darnos un minuto de alegría. 

[publicado en Gaceta de los negocios]