Hoy me ha dicho mi médico, bueno, uno de ellos, que el mundo está loco. A mí me parece que se refería, sobre todo, a España, aunque no cabe dudar de la generalización. No me he atrevido a llevarle la contraria, entre otras razones, porque él tenía una jeringa en la mano, y me he limitado a observar que hay formas de vejez que se confunden con la locura, pero son sólo muestras de un desánimo muy profundo. El caso es que me ha pinchado, como diría un político, sin ninguna acritud, aunque supongo que lo habría hecho igual en cualquier caso. Le he pedido un ejemplo de locura y me ha hablado de los espías. Entonces he creído necesario insistir: no es locura, es mera necedad. Lo malo es que no es fácil decir quién es más necio, si los reveladores, los ocultadores, los revelados, los ocultados o los creyentes en esa clase de tramas y revelaciones. Ha puesto cara de estar de acuerdo, pero me ha despedido cordialmente.