De niños y ordenadores

El llamado debate del estado de la nación nos permitió gozar de la fecunda y audaz imaginación zapateresca cuando se comprometió, con pasmo general,  a poner un ordenador a cada niño, insinuando que por ahí comenzará la reforma del modelo productivo, una medida que contará con el apoyo de los de siempre y, en este caso, además, con el de Microsoft y los fabricantes de ordenadores. El gobierno de ZP es pródigo en medidas que nadie reclama: no hay ningún análisis serio de los problemas de la educación en España que señale como madre de todas las causas una supuesta escasez de ordenadores.

La debilidad de la democracia española es una consecuencia de la fortaleza del despotismo cañí de que padecemos. Cualquiera que recuerde su educación sabrá hasta qué punto las deficiencias de lo que aprendió se debían a la escasez de aparatos adecuados al caso, eso que ahora se va a remediar de una vez por todas, según se nos promete. Decía Ortega que en ninguna parte están tan extendidas las falsedades como en la educación, pero, muy probablemente, Zapatero tampoco haya tenido un par de tardes para enterarse, de modo que ha decidido arreglarla por las bravas.

El genial dibujante Schulz ofreció en una de las viñetas de sus Peanuts el modo de discurrir de Lucy,  la hermana pequeña de Linus van Pelt, en una redacción escolar. Su texto discurría de manera rutinaria, hasta que, de repente, una duda le sobresaltó: “los griegos no tenían televisiones, pero tenían filósofos… aunque la verdad es que no entiendo cómo no se aburrían los griegos mirando a sus filósofos”. Los ordenadores de Zapatero son como los filósofos de Lucy van Pelt, una idea fuera de lugar, un malentendido. Ni los filósofos están para que se les mire, ni los ordenadores, tan valiosos por otro lado, están para resolver problemas educativos en la España de 2009. No estoy insinuando que Zapatero piense como los Peanuts, al fin y al cabo Lucy muestra ser muy reflexiva, sino que cree, y lo malo es que con frecuencia también lo creen muchos más, que la educación también se puede arreglar con ocurrencias.