Panorama de podredumbre

El levantamiento, parcial, del secreto del sumario sobre la trama corrupta, montada entorno a algunos dirigentes del PP, deja a la vista un panorama de auténtica podredumbre, un verdadero camión de estiércol que caerá directamente sobre el PP si sus líderes, y todos los que no están afectados por esta clase de basura, no se apresuran a poner de patitas en la calle a cuantos aparecen implicados de una u otra forma en este lodazal.

El único capital del PP reside en sus votantes y no pertenece sino a estos. Nadie posee los votos del PP, salvo los mismos votantes. Ni Rajoy, ni Camps, ni nadie son dueños del PP; sin embargo, Rajoy, y otros muchos con él, sí es el responsable de que la organización política del PP se ponga al servicio de sus votantes, de sus ideas y de sus intereses, y, por ello, al servicio de España; esto supone una obligación dura de cumplir que es la de apartar de la manera más inmediata y decidida a cuantos aparecen implicados en este albañal. No hacerlo así, supondría un grave perjuicio para el PP, porque sus votantes tendrían derecho a pensar que no merece la pena esperar nada de un partido que no se sacude con convicción y con energía a la clase de individuos, codiciosos, estúpidos y corruptos que se muestran en esta trama. Es evidente que hay un cierto riesgo moral en condenar sin pruebas a alguno de ellos, por lo que, en su caso, habría que rehabilitarlos una vez que hubiere quedado clara su inocencia, pero ahora mismo es peor dejarse llevar por la presunción de inocencia que ponerla en suspensión ante los serios indicios aducidos en el sumario.

Hay personas muy conocidas que no deberían seguir un minuto más en el partido que, al parecer, les ha servido para granjearse relojes de lujo, miles de euros extra, o automóviles de regalo, a cambio de favores inicuos con pólvora del rey, a cambio de robar a todos, poco a cada uno pero a todos, justo lo último que se espera de alguien que aspira a ser un servidor público.

Los dirigentes del PP se enfrentan a una urgente necesidad de deslindar el grano de la paja y no debieran, bajo ninguna excusa, demorar el cumplimiento de una obligación desagradable pero benéfica, para que los militantes y los votantes del PP puedan seguir llevando la cabeza alta, sin tener la sensación de ser unos estúpidos que se esfuerzan para que cuatro mangantes mejoren su tren de vida. No ha de haber ningún miedo a que una limpieza, que debiera ser, si cabe, más excesiva que temerosa, pueda causar un daño al partido: lo que, en cambio, podría causar un deterioro irreparable en la confianza de los electores y en el sentido de su voto es la sensación de tibieza, que el PP se entregase, como hasta ahora parece haber hecho, a una campaña de autodefensa al servicio de quienes no la merecen.

[Publicado en Gaceta de los negocios]