Nada muestra mejor el trasfondo político del caso Gürtel, una gran operación contra el PP, capitaneada por el superagente Garzón, siempre al servicio de su Majestad el Poder, que el hecho de que se pase de puntillas sobre las implicaciones de Moncloa con gentes fichadas en el sumario pero muy queridas en ese Palacio, aguerridos leoneses y bondadosos constructores, como lo acredita su entrada a la serenísima sede.
Da la impresión de que nos hemos acostumbrado a considerar como irrelevante, a fuer de muy normal, que Moncloa trate de echar una mano a empresarios amigos; a los de la televisión, porque, al fin y al cabo, eso lo ha hecho también a la vista de todos, eliminando, por ejemplo, la financiación publicitaria de TVE, y adjudicando sin el menor atisbo de vergüenza o azoramiento canales de TDT de pago a los colegas de cancha de ZP, y, como todo el mundo sabe, no ha pasado nada, salvo el despecho de los eternos descontentos; por la misma razón, no debiera haber ningún inconveniente en ayudar a algún probo constructor leones, o vallisoletano si no hay mejor cosa a mano, pues, al parecer, tenía, el pobre, dificultades para el trato con el PP, aunque, para su fortuna, también tenía línea directa con el poder de verdad.
Es posible que en toda esta historia de gürtelianos y monclovitas no haya nada más que unas llamadas de teléfono, pero justamente eso, y muy poco más, es lo que ha servido a los tramoyistas judiciales que transcriben sumarios secretos para poner en la picota al partido de la oposición, aunque, claro, con el entusiasta apoyo de una alianza entre sinvergüenzas y tímidos. Algunos de los mandos intermedios del PP se han comportado como auténticos chorizos, timando y desprestigiando, al propio partido, que es la impresión que trasciende de cuanto se dice en el sumario. Algunos responsables del PP parecen atenazados por su natural timidez o por un extraviado instinto de supervivencia y no acaban de limpiar a fondo, como debieran, las covachuelas y las tribunas del partido, sin dejar en su sede ni a parientes ni a amiguitos.
Cierta prensa se ha esforzado para que el timado, el PP, aparezca como timador, además de intentar que sus líderes queden como bobos de oficio, como cómplices, o como pusilánimes. Pero, por lo que se ve, una cosa es tratar de implicar al PP a partir de las sirvengozonerías de algunos de sus cuadros, y otra atreverse a preguntar si en Moncloa todo el mundo anda ocupado únicamente en temas sublimes como la paz perpetua, la alianza de civilizaciones, la solidaridad, la invención de derechos al vacío, o la economía sostenible. Garzón ha sido fiel a su trayectoria y ha decidido poner las X dónde corresponde, sin traspasar ni por un milímetro el límite de lo conveniente, de manera que no es fácil saber a qué se refieren algunos cuando le acusan de no saber instruir.
La opinión pública tiene derecho a saber qué se ha hecho en Moncloa para favorecer a quienes no encontraban consuelo en un PP sin acceso a los presupuestos verdaderamente amplios. Ni siquiera un ser tan aparentemente seráfico como Zapatero está inmune al intento de utilización por parte de gentes avispadas que saben bien lo mucho que gusta a los políticos influir en lo que no les concierne y ganar amigos. Por ello resulta verosímil sospechar que Moncloa, que ha tratado de controlarlo todo, desde quién preside el BBVA hasta quién compra Endesa, pueda tener la tentación de echar una mano a buenos amigos, especialmente en aquellas regiones, como Castilla León, en que su partido no acaba de convencer al personal de que podrán ser más felices cuando se abandonen a su benéfico control.