Hace ya casi un año, con ocasión de unas medidas disciplinarias que se le pretendían aplicar, escribí a favor de Montserrat Nebrera, porque estimé que en el PP la estaban persiguiendo indebidamente. Me parecía que, aunque algunas de sus declaraciones podían haber sido inoportunas, la actitud autoritaria que mostraban sus censores era menos conveniente para los intereses generales que los ligeros patinazos de la joven política catalana. Ahora se ha ido del PP, y no puedo felicitarla, porque me parece una actitud equivocada, un tanto comodona y algo vanidosa; desgraciadamente, no creo que se pueda hacer nada en política fuera de los grandes partidos, y estoy seguro de que crear un partido a la imagen y semejanza de uno mismo es una bella tentación narcisista, pero nada más.
Seguramente creerá que va a hacer algo grande. Desearía equivocarme, pero me avala la experiencia: no pasará de un grupito de concejales más o menos de derribo; es una pena, porque tenía valores, maneras y una imagen atractiva. Siento decirlo, pero su paso al frente, es un paso hacia la nada. Que Dios la ampare.