Sobre el discurso de Rajoy

El martes, al reunirse el Comité Nacional del PP, existía cierta expectación ante lo que Rajoy pudiera decir. Su discurso pretendió ser efectista, pero resulto decepcionante. Me parece muy poco gallardo amparar el insulto y la agresión de Cobo equiparándolo con una supuesta deslealtad de Aguirre, quien, por cierto, se había limitado a tratar de ejercer sus competencias, para apearse, inmediatamente y por las buenas, de su intención, en cuanto vio que se podía estar causando un mal al partido.

La única justificación posible de esa equiparación absurda e inicua está en el temor de Rajoy a entrar a fondo en el asunto, y en su estrategia de ocultar los problemas debajo de la alfombra, echando la culpa, finalmente, a algún pardillo que ande por las inmediaciones, por ejemplo Costa. De todos modos, consciente de que la equiparación era moralmente reprochable, deslizó una insidia sobre una supuesta campaña a favor de Aguirre y en contra de Cobo. No descarto que, dada la bajeza de algunos peseteros de la política, pueda haber quien haya firmado la carta de apoyo a Aguirre para cantar luego la palinodia ante el marianismo, por si las moscas, pero, en cualquier caso, el PP de Madrid apoya a Esperanza y está hasta la coronilla de su alcalde, cosa que debería saber Rajoy. Por lo demás, andarse con estas exquisiteces cuando se ha vencido en un Congreso obligando a los compromisarios a entregar avales en blanco, me parece el colmo de la inconsecuencia.

Pero hay otro aspecto del discurso rajoyano que me parece todavía más grave. Resulta que Rajoy no distingue entre su persona y el partido, y eso es mucho confundir. Rajoy, de nuevo sin mencionar, pero refiriéndose a Juan Costa, dijo que “es inaceptable que algún militante de nuestro partido pueda afirmar que no somos alternativa”. Piénsese lo que se piense de Juan Costa, el hecho es que Juan Costa no dijo eso, sino algo muy distinto y perfectamente obvio, a saber, que Rajoy tenía que demostrar que fuese capaz de llevar al PP a la victoria, cosa sobre lo que muchos, dentro y fuera del partido, tienen muy serias dudas.

Es increíble que Rajoy, un hombre de apariencia culta y moderada, cometa un desliz semejante. La verdadera realidad del PP son sus más de diez millones de votantes, no ninguno de sus dirigentes, ni, por supuesto, Rajoy. ¿Pretende don Mariano que creamos a pies juntillas en lo que él hace? ¿Supone que vamos a renunciar a nuestro criterio y a nuestras opiniones únicamente para que él pueda llegar plácidamente a la Moncloa? Rajoy tiene un problema y se está confundiendo en la manera de afrontarlo: me refiero a que algunos se creen el Mesías tras el triunfo, y Rajoy puede empezar a confundirse sobre sus poderes sin haber ganado todavía nada.