La patada a Tertsch

Tengo un grupo de amigos que, más o menos pudorosamente, ha estado discutiendo sobre la posibilidad de relacionar la broma insultante de Wyoming con la patada cobarde y por la espalda a Tertsch. Como hay mucha gente fina, se ha impuesto, con buen criterio, la idea de que es prematuro afirmar una cadena causal; me pregunto si serían igualmente finos en el caso de invertirse los signos políticos de la imitación y del pateo, pero es sólo una pregunta sin respuesta, y deseo fervientemente que no tengamos oportunidad de conocerla.

Lo que me parece delirante es la curiosa identificación que algunos hacen entre violencia y palabra. Al parecer, la violencia verbal es condenable por ser consciente, la patada, en cambio, pudo ser fruto de una enajenación pasajera. No puedo evitar acordarme de la simpática ley del embudo. Hay que recordar que, de cualquier manera, la violencia no la puso Tertsch sino la ingeniosísima performance de Wyoming: existe una abismal diferencia entre defender que las fuerzas armadas nos protejan frente a terroristas y afirmar, como hizo Wyoming-Tersch, que se tienen ganas de liquidar a pacifistas y/o a ministros de Zapatero, y eso lo mismo si lo dice Agamenón que su porquero.

Quizá fuere bueno que Wyoming ampliase su hermenéutica y así acaso pudiéremos comprobar si se incrementan las patadas; estoy casi seguro de que Wyoming cesaría en sus hábiles comparanzas, porque lo tengo por pacifista de ley, pese a estos ligeros deslices. Como pensará mucha gente de bien, a ver si Tertsch se cura pronto y deja de darnos la lata. La verdad es que parece mentira que haya gente de derechas, ¡con lo bien que se vive con una bella conciencia de progresista recauchutado!