Un curioso desliz del nuevo embajador norteamericano nos ha permitido enterarnos de que nuestro beatífico presidente acompañará a Obama en el desayuno del Día Nacional de Oración, un acto al que nunca habría ido por iniciativa propia. Soraya Saénz de Santamaría ha estado diligente recordando lo de “París bien vale una Misa”, solo que aquí no está en juego nada que no sea la gaseosa vanidad de ZP. El oportunismo de ZP es obvio, pero el incidente pudiera merecer alguna reflexión menos apresurada.
La democracia americana es muy distinta de esto de aquí, que no se sabe muy bien si es carne o pescado, aunque sea mejor que cualquiera de los sistemas que hemos tenido y también que cualquiera de los que hubiéramos podido tener, pero el aspecto en el que más se distancia de nosotros tal vez sea, precisamente, en la relación entre las instituciones políticas y la religión. Tocqueville notó que, a diferencia de Europa, en donde las iglesias han estado de uno u otro modo en relaciones con el poder, la religión es en Estados Unidos una garantía de la libertad de pensamiento y de la libertad de conciencia, es decir del fundamento mismo de la democracia.
La diferencia no es nada pequeña y explica bien que algunos Zapateros se quieran pasar de listos con la religión, ahora que apenas conserva ya poder político, por aquello de “a moro muerto gran lanzada”, pero también me parece justo subrayar que la Jerarquía debería evitar dar la sensación de que añora los poderes perdidos, dicho sea con el máximo respeto. De cualquier manera, tanto la izquierda como la derecha deberían repasar este aspecto tan importante en la vida de las democracias, pero para eso hace falta pensar y los políticos, ¡qué se le va a hacer! siempre están haciendo o asistiendo a actos y tratando, a su modo, de ganar elecciones, y ya se ve que, aunque nos aburran, no hay forma de apearlos del sistema.