El estúpido prestigio de la ambigüedad

Una de las costumbres más idiotas de una buena mayoría de políticos, y hay donde escoger, es la de hablar de una manera indeterminada cuando es obvio que se refieren a una situación particular. Yo no sé exactamente que pretenden, pero sí estoy cierto de que han conseguido que esa estúpida manera de hablar se imite y se contagie.
Por ejemplo: uno del PP está hablando de corrupción, y en lugar de decir que también hay casos en el PSOE, dice algo así como “no somos los únicos afectados, porque también hay casos en otros partidos que se han financiado ilegalmente, lo que no es nuestro caso”, aunque, en general, lo dirán de manera más embarullada y menos comprensible. Lo normal sería que dijesen simplemente: “el PSOE debiera estar callado porque en esto de la corrupción son imbatibles”, pero eso debe parecerles poco general, escasamente ilustre.
Amando de Miguel inventó el término politiqués para referirse al extraño lenguaje de la tribu partidaria. La cosa no ha cesado de empeorar dese entonces. Para que vean que no exagero, les cuento lo que he leído hoy en un blog de El Confidencial: un forero hablaba de que “se están quemando sedes de partidos” cuando se refería, obviamente, a que se había tirado un coctel Molotov contra una sede del PP, concretamente en Galicia. Me viene a la cabeza la broma del gran Miguel Gila : «Aquí alguien ha matado a alguien y a mi no me gusta señalar». En este país tan raro, la imprecisión, la ambigüedad, el barroquismo chapucero, la generalización sin ton ni son, y el hablar de oídas, siguen teniendo premio: así nos va. Lo único que hay detrás de todo esto, además de estupidez, es miedo.