Este era el título de una de las novelas de Graham Greene (The Heart of the Matter) que más me impactaron en mi juventud. Apenas recuerdo sus detalles, pero sí la honda impresión que me causó, a mis dieciséis años. Luego, fui educado en una cierta trivialización del tipo de equívocos morales que novelaba el quijotesco inglés. Aprendí a meditar sobre la realidad y la apariencia, estudie a los filósofos de la sospecha, aunque yo siempre sospeche de Nietzsche, sobre todo.
Por si faltara poco, he seguido siempre con interés la política, y creo haber aprendido a distinguir sus distintas retóricas. El caso es que ando preocupado estos días con el riesgo que corremos por el desvelamiento de un Zapatero capaz de cambiar de política, por el engaño perezoso de no ver más allá del humillante humo de la circunstancia. Cuando se baja el telón, es cuando mejor se perpetra el engaño, cuando el público se muestra más propicio a creer en la magia, y por eso es imposible hacer negocio revelando la carpintería del espectáculo. Vale, de momento.