Una decepción apresurada

El disgusto por la derrota de la selección española de fútbol ante Suiza es lógico, pero no debería hacernos perder el mínimo de objetividad que es necesario en todo asunto técnico, y el fútbol lo es.
Lo primero que hay que anotar es que se ha tratado de una derrota imprevisible y merecida, aunque, una vez dicho esto, hay que averiguar de manera más precisa lo que ha fallado sin cargar la mano en la mala suerte, es poco serio.
Casi todos los protagonistas cometieron algunos pequeños errores, pero el fútbol es una máquina de magnificar descuidos. Los que me preocupan más son los que tienen que ver con el entrenador porque fueron los más graves, a mi modo de ver, tanto en el planteamiento como en la reacción ante la tardanza del resultado y, luego, ante la adversidad. Claro es que esto se puede decir acabado el partido y que, como bien pudiera haber acabado de otro modo, hay que decirlo con cuidado y respeto.
Me temo, sin embargo, que Del Bosque sea un personaje afable y dotado de diversas virtudes, muy útiles para el cargo, pero que no posea en gran abundancia el verdadero capital de un buen entrenador, a saber, la capacidad de añadir algo, en estrategia, en táctica, en picardía, al fútbol que practican sus pupilos. Es muy pronto para decirlo y nada desearía más que estar equivocado. Nuestros jugadores son buenos, aunque unos más que otros, pero no sé si sabremos acertar con el equipo adecuado y con la actitud conveniente, aunque queda vida por delante para comprobarlo.