Tal es el hermoso marbete tras el que la portada del número de julio y agosto de Revista de Occidente ofrece una suculenta mercancía literaria que se dedica a analizar el fútbol, tan de actualidad no solo estos días sino ya siempre. He leído todos los artículos con placer y de un tirón en esta calurosa mañana de julio. Hay textos de Vicente Verdú, que le dedicó al tema un conocido libro ya hace treinta años, de Juan José de Armas Marcelo, de Enrique Murillo, de Manuel Arias Maldonado, y de un servidor de ustedes. Se trata de discursos muy diversos como corresponde a algo tan ubicuo y duradero, pero todos ellos comparten el asombro frente a un deporte tan complejo, y frente a un fenómeno social tan abigarrado. Los novelistas, Armas y Murillo, se dejan mecer por el recuerdo y la autobiografía y los más ensayistas, Verdú, González Quirós y Arias Maldonado, se las ven con aspectos más conceptuales, tratan de explicar lo que hay tras el entusiasmo y el desbordamiento mundial de la afición al fútbol, conscientes de la derrota que esta deporte tan popular ha infligido a sus críticos más severos.
Mi artículo («De la vida un traslado: el fútbol en la cultura global») ha sido, en parte, anticipado en este blog, y fue discutido con pasión y ampliamente en una larga sobremesa con colegas de la Escuela Contemporánea de Humanidades, con Alejandro Gándara, Jorge Lago, Antonio Nieto, José Antonio Millán, Pilar Martín Gila, Juan Manuel Rodríguez Parrondo, Emmanuel Lizcano y Ramón Rodríguez, creo recordar a todos. También podrán encontrar en él ecos de sus ideas, e incluso expresiones literales, mis corresponsales en este blog, Karim Gherab Martín, David Pardo, y mis hijos Manuel y Juan. Los cito a todos porque todos me ayudaron a afilar un trabajo del que estoy particularmente contento, ya dirán los lectores si con motivo. De cualquier manera, me doy cuenta de que he tratado de devolverle al fútbol una parte siquiera sea pequeña de los abundantísimos ratos de gozo y de dolor que me ha dado y que, espero, me siga dando. Por supuesto, tiraría todo el texto y sus recuerdos por la borda si ello supusiera que España fuere a ganar el Mundial, faltaría más. Mi esperanza es que lo gane en cualquier caso, sin necesidad de que yo haga sacrificio, ni de mi memoria, ni de mi entusiasmo.