Ayer el Real Madrid ganó al Atlético de Madrid con tan solo veinte minutos de juego intenso; luego le dejó al contrario el manejo del balón, pero a mi entender, sin que nunca estuviese realmente en riesgo el resultado del partido, pese a lo cual algunos comentaristas trataron de estirar de manera inaudita la responsabilidad del árbitro en el triunfo merengue.
Me parece lamentable que no se haga entre los comentaristas un mayor esfuerzo por la objetividad, que para una buena mayoría de ellos el comentario futbolístico se reduzca a tratar de ganar las batallas perdidas por otros medios. Creo que este proceder, además de ser cansadísimo, estimula lo peor que hay en el fútbol, a mi entender aquello que el fútbol mejor podría combatir, esto es, la pasión ciega, la rabia, el desatino. Está claro que muchos ven y van al fútbol por pasión interpuesta, y eso no es malo, lo malo es que las pasiones sean tan elementales, tan necias.
Lo peor que tiene ese tipo de comentarios es que se olvida de analizar lo que el fútbol es realmente, su técnica, sus azares, su dinámica para sustituirlo por una pelea tan imaginaria como inútil en la que el protagonista ya no es el fútbol real sino esa sombra pasional informe y lela con la que tantos lo confunden.