Si se tratase de hacer un concurso sobre cuál sería el ministro más adecuado para ejercer el muy necesario papel de bufón gubernamental, un flanco que cualquier gobierno prudente nunca deja cruelmente desatendido, nos enfrentaríamos a una tarea de cierta dificultad, pero, en cualquier caso, siempre podríamos contar con el voluntarioso esfuerzo del alegre y dicharachero ministro de industria: nunca un personaje tan liviano sirvió a menester tan pesado.
Este buen señor ha dado un altísimo nivel en casi todos los controles a que ha sido sometido. Su nepotismo está fuera de duda y queda en muy buen lugar, aunque palidezca en comparación con la más amplia familia de su colega Pajín; su capacidad de usar del cargo para lavar supuestas afrentas personales ha establecido records difíciles de superar; su sectarismo, como no podía ser menos en un tipo tan pagado de sí mismo, raya a gran altura, y eso que todavía no ha dado de sí todo lo que lleva dentro. Veamos una serie de ejemplos: el grupo Intereconomía ha sido multado sañudamente, nada menos que con 100.000 euros, por culpa de un video que, a su entender, y no es que pongamos un duda su pericia en el caso, sino su imparcialidad, resultaba ofensivo para la tropa gay con la que, en el uso de su derecho, mantiene excelentes relaciones, aunque nada se decía en ese corto que no fuese manifestar la preferencia de esta casa por opciones simplemente distintas y sin menospreciar a nadie, pero, al entender de nuestro ministro, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio, y ojo con la frase porque es de Gracián, que era jesuita. O sea que, según nuestro ministro, el orgullo gay tiene premio y derecho, mientras que el orgullo, mayoritario, de no serlo, ha de ser severamente castigado. Lo curioso del asunto es que esa sensibilidad para defender el honor inmancillable de las alegres muchachadas ha experimentado un brusco parón cuando se trata de defender el derecho de los cristianos, sin duda menos interesantes e influyentes en el gabinete del ministro, a mantener una imagen de decencia y dignidad que les ha negado el señor Buenafuente en un video tan insultante como grotesco. El señor ministro no se ha dado por enterado, seguramente por estar entretenido contemplando las joyas audiovisuales que han obtenido los generosos premios de su departamento, aprovechando que el gobierno del que forma parte anda sobrado de fondos para lo que fuere.
La serie de bodrios que han recibido dinero público del ministerio Sebastián incluye auténticos monumentos al mal gusto, la mala educación y la grosería, tales como “España vista desde el culo”, o una animación en que aparecen unos marcianos agresivos y dedicados a la zoofilia y la sodomía mientras el off exalta sus jocosas actividades, o una cinta titulada “Feto y Aborto” que ensalza el carácter surrealista de la biología reproductiva. Es de un cinismo sin precedentes pretender que esta clase de productos puedan servir de sustento a una prometedora industria, cosa que no sucedería ni en Sodoma y Gomorra, menos en un país tranquilo que no acaba de entender como un ministerio que se supone habría dedicarse a asuntos de interés general presta apoyo a semejante bazofia. ¿Quién se ocupará de aplicar a las actividades que promueve este ministro tan peculiar el mismo tipo de vigilancia que él ejerce abusivamente sobre quienes no piensan como a él le gustaría? ¿Acaso no quedan jueces en España? ¿Es que alguien piensa en serio que esta clase de vómitos promueven el interés general?