En el limbo, entre Vodafone y Movistar

Debido a la increíble habilidad de dos de las mayores empresas de telefonía que operan en esta nuestra patria, Movistar y Vodafone, he debido perder buena parte de la mañana colgado del teléfono y tratando de hablar con números inaccesibles cuyos propietarios se ocultan tras cordilleras de sistemas automáticos, y departamentos que no son el que buscas, para acabar en manos de personajes hábilmente especializados en hacerte preguntas que no sabes contestar, como, por ejemplo, «¿qué departamento le hizo la gestión?», y/o en respuestas absolutamente inadecuadas, como por ejemplo «para resolver ese problema tendrá que hablar con el departamento de atención al cliente», lo que insinúa claramente que tú eres un idiota que te has puesto al habla con el departamento de martirio al cliente, bobo que eres.
El caso es que, llevado por un mal momento, por la absurda creencia de que se puede mejorar, y de que existe competencia leal entre empresas rivales, decidí hacer una portabilidad, extraña palabra con la que te engañan, no sin el poderosos auxilio de la ley, haciéndote creer que puedes cambiar de compañía conservando tu numero de teléfono. Traté de abandonar Movistar, de quien estoy justificadamente harto por su manifiesta incapacidad para explicar nada de manera medianamente coherente, a Vodafone, del que ya estoy harto sin haber comenzado a recibir sus servicios/suplicios. Hecha la maniobra, que consiste en una tortuosa serie de grabaciones absurdas que se interrumpen de manera indefinida, de manera que haya que volver a comenzar desde el principio, Vodafone ha demostrado sobradamente su habilidad haciendo que la portabilidad sea efectiva antes de haber recibido las nuevas tarjetas de su compañía, es decir, haciendo que te quedes sin teléfono por un tiempo, seguramente para comprobar lo feliz que se puede ser sin la dependencia de las TIC, tema que, como soy filósofo, debería conocer de punta a cabo.
Quiero hacer notar a mis amables lectores el indudable mérito que tiene una hazaña semejante, un servicio tan esmerado. Vodafone se organiza maravillosamente para que se produzca el siguiente suceso: que Movistar te corte el servicio sin que Vodafone te haya dado los medios para que hagas y recibas llamadas a través de su red. Se trata de una precisión admirable, dado que son ellos mismos los que fijan el momento en el que se hace efectiva la tal portabilidad, de manera que hace falta ser muy cuidadoso para que las nuevas tarjetas SIM lleguen a tus manos después de producido el cambio.
¡Maravillas de la sociedad del conocimiento en versión española! Por supuesto que esta habilidad para hacer las cosas en su momento justo, y que el cliente pueda descansar del agobio del puñetero telefonino, como lo llaman con gracia en Italia, va acompañada de una información de gran calidad si es que tratas de enterarte en qué situación se encuentra tu ansiado teléfono. Yo he comprobado que, al menos por un tiempo, mi teléfono estará en el limbo, en una realidad meramente virtual que existe entre Vodafone, que dice haberlo enviado ya, y Seur que jura no haberlo recibido.
En fin, no quiero cansar a nadie con estas situaciones dignas de un Kafka con buen ánimo, pero acéptenme un consejo: «¡Virgencita, que me quede como estoy!»