Obama se acerca al término de su primer mandato y lo hace habiendo perdido gran parte del fulgor que le encumbró en exceso. Veremos qué sucede ahora, pero lo normal será que vuelva a triunfar, porque, a diferencia de lo que, lamentablemente, ocurre entre nosotros, el presidente de EEUU es, sobre todo, el líder de una gran nación y, muy secundariamente, un líder de parte. Tendríamos que aprender de esa sabiduría tan simple: podemos seguir disputando, pero no es necesario exagerar, es más útil ponerle límites a las arbitrariedades, a los sesgos ideológicos porque nuestra nación también está dividida y se podría arreglar muy bien con sus escisiones sin que nadie necesita exagerarlas.
Malos usos de la competencia
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