Ayer asistí a dos presentaciones de sendos libros; es fácil entender que tenía algún interés y cierta obligación, dos factores sin los que este género de actos se convierte en algo insoportable. En ambos casos recordé un sabio consejo que me dio Camilo José Cela con ocasión de presentar él un Diccionario de citas que habíamos compuesto Wenceslao castañares y yo, a saber, que los autores no hablan en las presentaciones de sus libros. La verdad es que nunca supe si lo decía porque prefería oír a nuestros presentadores antes que a nosotros, o porque lo tuviese por máxima prudente. Yo cada día estoy más cerca de pensar lo segundo, pero entiendo que los autores españoles aprovechen la mínima oportunidad de que se les escuche, dado el poco caso que, en general, se les hace. Las dos presentaciones fueron, sin embargo, sendas oportunidades de aprender, aunque también hubo alguna intervención perfectamente prescindible. Ya que me he puesto, diré que el libro de la mañana era uno de Francisco Cabrillo, Rocío Albert López-Ibor y Rogelio Biazzi sobre la Libertad económica en España 2011, un bien escaso, como se sabe. La intervención del autor principal reservaba dos perlas para el amante de la agudeza, dos citas espléndidas de Thomas Jefferson que no conocía. En cuanto llegué a mi mesa de trabajo me puse a localizarlas, y ya las tengo. La primera habla de que el buen gobierno es el que se ocupa de mantener la paz civil y no se mete en las cosas, los oficios y los negocios de la gente, de manera que no te quita de la boca el pan que te has ganado con tu esfuerzo. La segunda es todavía más mordaz y advierte que el gobierno que se proponga darte cuanto quieras, se ocupará de quitarte cuanto tienes. Según el libro, el gobierno más jeffersoniano es el de la Comunidad de Madrid y los menos, ¡a qué lo adivinan! los de Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha.
El libro de la tarde era de Andrés Ollero sobre laicidad y laicismo, uno de sus temas favoritos, pero de él me ocuparé en Cultura digital, como verá quien lo visitare.