Es evidente que la política es una profesión de riesgo, porque casi siempre termina personalmente mal, e imagino que ese es un pensamiento que le venga con alguna frecuencia a la cabeza de Rubalcaba. Ahora bien, una cosa es que ese riesgo sea inevitable y otra, muy distinta, es ser excesivamente arriesgado. Cuando se es se hace mala política, velis nolis, porque el político tiene que vivir de realidades, de resultados, no de experimentos. Cuando las cosas se apasionan en exceso, y entre nosotros ocurre siempre que el PSOE está a punto de perder y, no digamos, a punto de ganar, la moderación es algo especialmente inexcusable.
Ahora los jueces, bueno, sólo uno de ellos, el que toca, parecen cercar políticamente a Rubalcaba, porque es bastante inimaginable que unos policías, aunque fuesen directores generales, se inventen una operación como la del Faisán, a ver qué pasa. Sin embargo, los líderes del PP no deberían sobreactuar y creo que Rajoy ha estado muy en su punto en lo que ha dicho hoy respecto al caso, que quiere que el Gobierno diga la verdad, y que Rubalcaba, que ya no tiene responsabilidades, es muy libre de hacer lo que quiera.
Hay momentos en que los votos no se ganan a gritos, por curioso que parezca a algunos.