La Audiencia nacional ha llevado a cabo uno de esas acciones que califican a nuestra Justicia: demorar, diluir, dilatar, embrollar.. y un sinfín de verbos más que no serían suficientes para describir bien lo que ha hecho el pleno con un asunto de no poca enjundia. Las expectativas sobre el caso previo indicaban que se pretendía lograr algo que, al final, no ha sido posible, pero si se ha conseguido lo esencial para el interés de quienes lo tienen puesto en este asunto, que no en la Justicia: ganar tiempo, eso que todo lo mata.
El caso Faisán no es un asunto como para sentirse orgullosos, ni me parece un caso ejemplar para ejercer la oposición, quede dicho; pero cuanto ha sucedido es, además de lo que se determine, una chapuza y habría que castigarla. Detrás está lo de siempre, me parece, la no imputabilidad directa de los políticos, algo que debería cambiarse, para poder ir directamente a por ellos, con garantías suficientes, si de verdad queremos hacer una democracia. Nada más escribirlo me doy cuenta de que estoy soñando, pese al sol reluciente de la mañana madrileña. Pedir equidad en un país educado en la yihad es tontería.
Google en el banquillo
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