Europa va. De manera atropellada, poco elegante, como sin saber bien cuál es el camino, pero va. Hay quienes hacen ironías sobre que lo que ha conseguido el BCE, y la señora Merkel, no se pudo alcanzar ni tras dos guerras, pero son sarcasmos sin mucho objeto, sin mayor gracia.
Al fin y al cabo siempre serán menos peligrosos los contables que los artilleros, la banca que los panzer, pero es que, además, no se trata de eso. Me gusta recordar que la política, y su maldades, heredan el latrocinio, el asesinato y los emparedamientos a cargo de los monarcas y de los viejos señores, de manera que supone un progreso efectivo. Aquí lo mismo, pero, además, no se nos lleva a mal sitio, tan sólo a un cierto rigor, a no estirar la manga más de lo debido, a comportarse y no gastar lo que no se tiene, lo que, si es un vicio, es un vicio del tipo de los de la hormiga, de esos que de los que siempre han hablado bien los fabulistas.
Lo que yo veo es a mucho emboscado hablando mucho de los mercados y citando a Europa únicamente cuando conviene, a mucho sindicalista que se teme lo peor, que se pueda quedar sin lo que saca a cambio de nada. En fin, que no me parece malo el panorama porque a veces los bienpensantes aciertan.