Mariano Rajoy ha optado por dar a conocer su Gobierno empleando una técnica bastante insólita, al leer la lista de las personas escogidas y hacer mutis por el foro; cabe temer que no haya empezado con buen píe con los periodistas, pero es seguro de que esa le aparecido la manera más directa y simple de dar a conocer el resultado de su primera decisión como Presidente, y que habrá pretendido marcar un estilo propio con ese procedimiento tan expeditivo. No tenía que dar ninguna explicación y no la ha dado.
La lista del nuevo gobierno se presta, sin embargo, a varias consideraciones. En primer lugar, ha escogido a personas de amplia experiencia. Los ministros de Exteriores, Interior y Educación y Cultura ocuparon ya cargos de importancia en la época de UCD, de manera que tienen una larga trayectoria política a sus espaldas, y conocen muy bien los temas de que van a ocuparse. Montoro, Arias Cañete y Pastor ya fueron ministros en gobiernos de Aznar; otros, como Guindos o Morenés, ocuparon también puestos relevantes en el período 1996-2004, y el resto han sido figuras dirigentes del PP con diversos niveles de responsabilidad.
La segunda consideración que parece relevante es que la mayoría de ellos pasan por ser personas con un trato directo y frecuente con el nuevo presidente y han estado muy cerca de su trabajo en las etapas recientes. A mi modo de ver, la sorpresa mayor es el mantenimiento de un Ministerio como el de Igualdad y Asuntos Sociales, una denominación que puede servir lo mismo para un roto que para un descosido, mientras que han desaparecido o han sido subsumidas denominaciones ministeriales de mayor tradición. Se trata, seguramente, de guiños políticos, que, como todos los guiños, pueden prestarse a equívocos.
Ahora empieza lo difícil y Rajoy tendrá no solo que gobernar bien sino que llevar con pulso firme la dirección del PP, un trabajo que, de ningún modo, debiera abandonar o poner en manos de personajes supuestamente de segunda fila. La legislatura va a ser larga y dura porque, aunque Rajoy haya sido muy elegante al no mencionar apenas la herencia recibida, el estado en que se encuentran las cuentas públicas y el deterioro de muchos servicios es evidente.
La mayor tentación que se le puede presentar a este gobierno es la de comportarse como si fueran un grupo de técnicos, un ejecutivo que se haya de justificar por hacer bien sus deberes y sacar buena nota en Bruselas, es decir en Berlín y París. Eso será necesario, pero no suficiente. La derecha española es muy sensible a esa tentación tecnocrática y apolítica, pero Rajoy no debiera ni descuidar el frente político ni dar a entender que la política consiste en hacer ciertos guiños sociales, como mantener el Ministerio de igualdad, por ejemplo.
Los males que afligen a la sociedad española no residen en un exceso de gasto: el déficit es una consecuencia política de ciertos errores, de ninguna manera su causa. Pongamos la educación, por ejemplo. Desde luego que hay que tratar de no gastar el dinero inútilmente, pero es mucho más importante convencer a la sociedad de que la educación debiera de experimentar un cambio radical para no seguir perdiendo oportunidades y repitiendo viejos y tontos errores. Educamos a nuestros alumnos en la idea de que todo consiste en asistir a clase, y descuidamos por completo lo decisivo: que el estudiante debe estudiar y los profesores orientarle y ayudarle en su trabajo personal, porque de nada sirve asistir a cuarenta horas de clase a la semana si no se dedica tiempo a la lectura, el estudio y la escritura, tareas personales e irremplazables que el alumno deberá hacer por sí mismo. Nuestra Universidad sigue funcionando como si fuera un parvulario cuando ya en ninguna Universidad de primer nivel se incurre en semejantes errores: todavía, como escribía Ortega hace ya muchos años, “en nuestra Universidad fantasma la sombra de un profesor pasa lista sañudamente a las sombras de unos estudiantes”.
La tentación de los nuevos Ministros será evitar los líos, y eso está bien, siempre que esa calma se emplee en hacer algo por España que merezca la pena. A veces da la sensación de que los políticos no quieren enfrentarse con la realidad y que prefieren seguir viviendo en la ficción del papeleo, la burocracia, los premios, los actos protocolarios, etc., mientras no se enteran de lo que realmente debiera preocuparles. Si este Gobierno va a hacer algo realmente importante por España deberá meterse en muchos avisperos porque nuestros problemas son hondos y complejos, no se arreglan con mera disciplina presupuestaria.
Este Gobierno no va a tener muchos días de gracia porque, aunque la oposición más firme esté desarbolada, y quizás precisamente por eso, los problemas se pueden emponzoñar, y las tensiones desmandarse, lo que sucederá, inevitablemente, si el país percibe que este gobierno no mete las manos en la harina, con la tonta pretensión de no mancharse ni gastarse.