Una de las cosas más penosas que nos ocurren es que la educación esté en manos políticas, que se vea sólo como un problema político, cuando nos plantea algo mucho más complejo y profundo. No nos damos cuenta de hasta qué punto estamos perdiendo oportunidades, tiempo y dinero con un sistema basado en la pura repetición y gobernado como si se tratase de un registro puramente administrativo. Los malos hábitos en este terreno lo contaminan todo y, así, vamos cada vez peor. La mejor de nuestras universidades estaba hace diez años entre las 150 primeras (la 150, en concreto), mientras que ahora hay que bajar un centenar más en la lista, y no es que haya empeorado, pero las demás se mueven, y las nuestras no, y es solo un ejemplo de los miles que podrían ponerse, a todos los niveles.
Los estudiantes se olvidan de estudiar y gastan su tiempo en asistir a clases; los profesores se olvidan de innovar e investigar y gastan su tiempo asistiendo a clases o a reuniones sobre las clases, todo es presencial y rutinario. Afortunadamente, empieza a cobrar cuerpo un estado de conciencia sobre lo inútil de este sistema y de las actitudes que lo nutren. Les voy a dar tres pistas que debo a una anotación de Arcadi Espada que se fijó en un sugestivo post de Garicano que remitía a un TED de Khan.
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