La última película de Clint Eastwood me ha parecido levemente decepcionante. Yo creo que Eastwood es un director de primerísima fila, tal vez el más grande y clásico de los directores vivos, pero su obra es un tanto desigual: hay películas excepcionales y otras no tanto, aunque sean siempre interesantes y estén bien hechas. La que ha dedicado a J. Edgar Hoover pertenece al último grupo, es una gran película, no hay duda de su ambición y de su calidad, pero Eastwood no acaba de encontrarse a gusto, me parece a mi, con una historia tan amplia, tan compleja, tan controvertida, y eso hace que su pulso, habitualmente muy firme, se vuelva algo más vacilante, pese a que trata con maestría algunas situaciones en las que muchos ni se atreverían a entrar sin hacer el ridículo. Esto me ha parecido al mi, al menos: una historia obviamente llena de interés histórico y documental, pero a la que no se le acaba de encontrar el sentido dramático que Eastwood suele manejar con brío y brillantez. Al acabar la película hay una aparición de Nixon que me ha parecido, incluso, algo demagógica, un calificativo que me cuesta mucho utilizar con el maestro americano, pero me parece que es consecuencia de no haber encontrado el ángulo exacto para que esta historia pudiese resultar conmovedora, emotiva, polémica. El peso de una realidad demasiado amplia y obvia ha desdibujado, probablemente, el perfil de una narración que yo esperaba más emotiva, menos documental y convencional.
Ambos mundos
Ambos mundos