Creo que la fuerza de los sindicatos es enteramente residual y que se nutre no de que convenzan a nadie sino de ese residuo absurdo de idolatría de la violencia y la insumisión, de la rebelión (re-bellum) etimológicamente entendida como el volver a la guerra de todos contra todos. Estoy, por tanto, en contra de la interpretación de que los piquetes violentos y los anti-sistema son ajenos a la huelga: en realidad son los que mejor interpretan lo que hay detrás, algo que es jugar con fuego y que podría llegar al incendio grave. No es razonable que se use ninguna especie de violencia para combatir una norma que tiene el apoyo del Parlamento, y menos para amenazar chulescamente con no parar hasta que se haga lo que estos señoritos quieren. Así es, por más que miremos a otra parte.
La tableta de Google
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