Nunca he tenido buena impresión de los jueces españoles, y no me gusta generalizar, pero después de lo de Divar y compañía la he empeorado. Ahora un juez emula a algunos de sus famosos compañeros y empapela a todo el mundo de Bankia y la gente parece encantada: se va a hacer justicia: ¿Sí? Salvo que Rato sea oligofrénico perdido, no parece fácil explicar que se metiese en Bankia si no tenía el respaldo del gobierno de entonces, además del de Rajoy y del resto de la Banca, para hacer la salida a Bolsa, sabiendo todos que se trataba de tapar un agujero enorme, pero a un coste que les parecía asumible. Luego, el tomate lo organizan unos beneméritos auditores que, como de repente, se sienten obligados a no seguir tapando lo que todos sabíamos que había que tapar y que, by the way, ellos habían tapado siempre, sin mayor problema. Algún tonto ha sugerido que Guindos quiso matar al padre, a Rato: creo que tan mal no estamos, la verdad. Lo razonable es que haya sido el BCE quien le movió la silla al auditor para que la operación saltase por los aires… pero ahora viene un juez y lo va a arreglar todo. Da gusto vivir en un Estado de derecho, donde los jueces son independientes, justos y diligentes, los políticos honestos, los periodistas valientes, y los ciudadanos trabajadores, ponderados, decentes y patriotas.
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