El Mundo publicó hace unos días un excelente artículo de Miguel Ángel Quintanilla que recuerda cosas que habitualmente se olvidan en la política, justo aquello que la hace imprescindible como una actividad dignamente humana, y sin lo cual no es posible que sea una actividad digna. Lejos de ser pura preocupación por el poder, y, consecuentemente, subordinación idólatra al mismo, la política es una función que procura dar sentido a la vida colectiva, que incorpora un liderazgo moral y un proyecto nacional, de modo que pueda ser capaz de suscitar en los ciudadanos una comprensión nítida de los mejores fines y una disposición a aceptar, en función de ellos, esfuerzos, privaciones y sacrificio.
Muchos se sienten hastiados de la política, pero es porque nadie les ofrece ninguna que merezca la pena. La política de lo inevitable es una hipócrita e irresponsable negación de la democracia y de la política. Que tantos ignoren esto es una buena medida de la sima en que hemos venido a parar, y de la que hay que salir.
Neil Armstrong
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