Hace tiempo que no sentía una indignación similar a la que sentí oyendo ayer a la señora Cospedal felicitando al señorito Basagoiti por el buen resultado obtenido en las elecciones vascas. Cinismo, hipocresía, desprecio a la inteligencia del oyente y monolítica estupidez pretendían revestirse de bálsamo al compañero en un mal paso, pero eran, objetivamente, un intento de engaño, una asquerosa mentira. Así no es que no vayamos a ninguna parte, que no vamos, es que no merece la pena ir. ¿Cuándo podremos librarnos de políticos con tan pocos escrúpulos y tan mediocres?