Reconozco que con alguna frecuencia me refugio en el supuesto ejemplo del fútbol para consolarme pensando que los españoles no hacemos todo rematadamente mal, pero tampoco vale ese consuelo, más que en parte. Vale, desde luego, para explicar que es mejor un modelo competitivo, por ejemplo entre universidades, que un modelo funcionarial: ¿alguien se imagina a un delantero centro funcionario? Pero lo que resulta desconsolador es el modelo monopolista y escasamente competitivo de la Liga de fútbol, que recuerda a la absurda diarquía entre el PP y el PSOE, o el hecho de que la presidencia del Real Madrid no haya sido objeto de ambición en serio por ninguno de los miles de socios, lo que da una idea de lo mal que está el patio social, corporativo y el oscurantismo económico y financiero en que todo está envuelto.
José María Gay de Liébana es uno de esos economistas a los que todo el mundo puede entender y ha explicado estupendamente cómo el modelo de nuestro fútbol va al desastre a muy corto plazo. Piénsenlo y verán que el fútbol está ahora como estaba la vivienda en 2006… y lo que ha pasado luego.