Me molesta hacer demagogia, pero, a pesar del riesgo de caer en ello, no puedo dejar de subrayar que los suicidios ante las amenazas de os desahucio indican una escasísima esperanza en que se arregle nada. Menos mal que el Gobierno y el PSOE parece que quieren hacer algo para que se pare el auténtico tsunami de desahucios que está en marcha. La demagogia es mala, pero la indiferencia puede ser peor y, sobre todo, me asusta la confianza que tantos políticos mantienen en que lo que están haciendo está bien cuando nada lo indica. Citaré de nuevo a Ortega en 1918, aprovechando que estoy leyendo la biografía del filósofo que ha escrito Javier Zamora: «Lo imposible es mantener en la mansedumbre a un pueblo a quien no se le da pan y se le quita la esperanza». Aquí siempre he creído poco probable la revuelta callejera, más allá de los disturbios de quienes viven de eso, pero la desesperación comienza a ir en serio.