Y van cinco


Un rosario de muertes adolescentes puede ser poca cosa para que crujan las cuadernas de una casa largamente acostumbrada a la arbitrariedad, el gasto sin control y una proverbial ineficiencia. Cinco cruces, y nadie se ha hecho responsable de nada, pero la imagen que aparece por detrás de los sumarios es el retrato de una institución podrida por la chapuza y las amistades peligrosas, algo así como la corte de un faraón. 
El ayuntamiento de Madrid debiera ser un espejo de las virtudes del PP, un raro ejemplo de eficacia y servicio, pero, muy lamentablemente, no arranca a serlo. Tras la dispendiosa y grandilocuente labor de un alcalde que ha dejado un déficit escandaloso, el ayuntamiento tendría que iniciar una etapa de moderación, transparencia y limpieza, pero la alcaldesa ha tenido la mala suerte de estrellarse con una de las fullerías  que le han tocado en herencia. De sopetón, se halla ante una de esas ocasiones que marcan la diferencia entre quien está dispuesto a ser ejemplar y quien se limita a trastear para tapar lo que apesta.  Hay que desear que no le falte el empuje ético exigible, pero puede que no se atreva, o que no la dejen. De ser así, ya puede ir pensando en lo que pronto será un pasado escasamente glorioso.

Mientras tanto, ironías del destino, su antecesor, tras batir cualquier record en el derroche, y haber dejado un legado deletéreo, va a convertirse en el juez severo que no tolere a nadie bromas en los presupuestos, ni gastar más de lo debido, y lo hará con el gesto de quien sabe que no se puede hacer política sin principios. Para que luego digan que el PP no sabe poner a cada uno en su sitio, y siempre al mejor. Como estamos en manos de los jueces, que Dios nos asista, o, si no, que el Ministro de Justicia indulte, que lo hace muy bien, y aquí no pasa nada.
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