Me permito reproducir en este post lo que escribe Alejo Vidal Quadras en su blog de hoy en La Gaceta, con lo que estoy de acuerdo no al cien sino, si se me permite el disparate, al mil por cien. Aunque bastaría pinchar en el enlace, allá va el texto para los menos partidarios de usar el ratón:
Uno de los dirigentes socialistas vascos más emblemáticos, conocido y admirado por sus correligionarios en tiempos por su firmeza ante el terrorismo y por su valiente compromiso con la causa de las libertades civiles y los derechos humanos atropellados por ETA, acaba de anunciar públicamente que abandona su partido por discrepancias profundas con las políticas que hoy conducen a pactos con la izquierda abertzale como el cerrado la semana pasada en Guipúzcoa.
Se trata de José Antonio Pérez Gabarain, alcalde dos veces de Andoain y antiguo senador, que a sus sesenta y ocho años devuelve un carné que ha llevado con orgullo en el bolsillo durante dos décadas y que para él representaba el conjunto de valores y principios por los que ha arriesgado tantas veces su vida.
También lamenta Gabarain en su comunicado de adiós la rigidez de las estructuras de su organización, su falta de democracia interna y el desprecio y la humillación sufridos por tantos militantes abnegados que han intentado mantenerse fieles a una línea coherente y seria frente a los vaivenes y oportunismos de sus mandos.
Su gesto es, sin duda, noble y digno, y demuestra que nos encontramos ante un hombre cabal. Sin embargo, hay un aspecto de este episodio y otros similares a los que hemos asistido recientemente en los dos grandes partidos nacionales, que merecen que las alabanzas a la anécdota no sean confundidas con la adhesión a la categoría.
En primer lugar, nada puede hacer más felices al grupo de chaqueteros que actualmente dirige el PSE, que personas como José Antonio se marchen a su casa. Lejos de sentir la pérdida o de reflexionar críticamente sobre sus motivos, sienten alivio por eliminar un obstáculo a sus planes entreguistas. En segundo, los miles de socialistas vascos que piensan como Gabarain, ven debilitada su corriente, privada de un referente y un líder. En tercer término, nadie asegura que la estrategia del apaciguamiento pusilánime respecto a ETA sea la mayoritaria entre las bases socialistas y si no hay nadie que articule y encabece una opción más firme, ¿cómo comprobarlo luchando desde dentro, exigiendo y practicando un debate en profundidad?
Fuera de los partidos no sólo hace mucho frío, sino que cualquier posibilidad de acción efectiva se desvanece. Lo que José Antonio Gabarain y los que comparten con él una visión honrada y moralmente sólida de la política han de plantearse es que muy probablemente los que representan de verdad los sentimientos y las ideas de sus votantes son ellos, los paradójicamente clasificados como discrepantes, mientras que los máximos responsables tienen secuestrada unas siglas y una historia que no les pertenecen. A menudo, el combate por los ideales ha de ser tan empeñado hacia el interior como hacia el exterior. Si se renuncia a uno de los dos, la derrota es segura.
[Alejo Vidal Quadras en La Gaceta]