La verdad lamentable

Luchamos hasta la extenuación para que la verdad no nos arruine la vida, pero se trata de un error, y no sólo en el sentido moral («la verdad os hará libres..») sino también en el psicológico y en el político. Se repite mucho que un político debe tragarse varios sapos vivos cada mañana, pero no es conveniente que pretenda que esos sapos se los traguen los demás para su propia tranquilidad. Rajoy, por ejemplo, finge imperturbabilidad como si los problemas fuesen nuestros y no de él, y acabarán siendo incontrolables si pretende que nos traguemos que lo de Gürtel sea solo una campaña anti PP, que Bárcenas los engañó a todos sin complicidad alguna, y que Mato, la pobre, no se enteraba de nada y puede seguir siendo una buena ministra. Nosotros, en cambio, nos enteramos de lo suficiente como para saber que no puede merecer ni un minuto más nuestra confianza quien ponga más empeño en defender el honor dudoso de los sospechosos que la decencia pública. E igual ocurre en otros Palacios. 
Puede parecer que lo que pasa es terrible, y lo es, pero debemos convertirlo en algo bueno, en una cura y una purga, por eso no se puede consentir la impavidez de los que pretenden que no pase nada, porque constituye un desafío chulesco a nuestra inteligencia y a la libertad política de los españoles, siempre escasa, pero no hasta el punto de tener que tragar con Urdangarines, Bárcenas y Matos como si fueran pequeñeces. 
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