Tonterías pegadizas

Entre las muchas capacidades de que nos dota el uso del lenguaje común no figura la de hacernos inmunes a las tonterías; desgraciadamente, también los tontos pueden ser creativos,  y, a veces, parece que dicen cosas de cierto interés: hay toda una técnica a disposición de algunas especies de tontos ladinos, no se crea que no existen. En cualquier caso, son mucho más comunes, aunque también más benignos, los tontos corrientes, los que se dejan seducir por cualquier novedad del habla. Tienen su función: sin ellos no se hablaría de ediles, de «aperturar», de duración en el tiempo, de acuerdos mutuos, de subidas parciales de impuestos, y otros hallazgos igual de estupendos.
Me ha llamado bastante la atención el uso cada vez más común de expresiones realmente bobas en las que se estima la duración previsible con una doble medida, cuando se dice que algo puede prolongarse, por ejemplo, semanas y meses, días y semanas, segundos y minutos, y no sigo porque ya me entienden.
La lengua tiene una lógica y si no se respeta se producen bobadas como estas. Si se entiende que algo puede durar días no tiene sentido decir días y semanas, habría que haber dicho semanas, y punto. Me imagino que este uso tontuno de unidades le da a los hablantes la sensación de que precisan más, y, en efecto, lo hace, pero no aquello que ellos suponen.