Es mala señal que los jueces sean famosos, pero peor es que tengan que serlo, como está pasando aquí. Parece que el auto de enjuiciamiento de Blesa es una chapuza, pero es la chapuza que se convierte en casi inevitable cuando no se ha hecho nada por arrojar luz sobre un escándalo tan mayúsculo como el de las Cajas, cuando el Congreso consiente que le tomen el pelo individuos como el presidente de la Caja Castilla la Mancha, como Blesa o como Rato, que también tiene lo suyo, aunque durante menos tiempo.
Lo que ocurre es que esos tipos estaban tocando una melodía escrita por los partidos, y nadie quiere entonar el mea culpa cuando existe un chivo expiatorio tan generoso como la crisis financiera internacional. De todas maneras, los partidos tendrían que reaccionar, porque va todo muy deprisa y ellos se están convirtiendo en la próxima barrera a derribar. No lo digo por culpa de las categorías pedantescas de las que siempre desconfío, como «cambio de ciclo» o «crisis del sistema», sino por algo mucho más inmediato y obvio: si no se arreglan sus defectos cualquier máquina tiende a colapsar. Las reformas que no se hacen siempre pueden causar catástrofes que parezcan inevitables.
¿Se excede Google?
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