El Congreso ha vuelto a ser puro teatro, del malo. Las comparecencias de los gerifaltes ferroviarios han sido una mezcla del libro gordo de Petete y del Pío Pío que yo no he sido, aunque han servido para aclarar que lo primero que hicieron al enterarse del accidente fue preocuparse por las víctimas, lo que dará lugar, sin duda, a una historia de gratitud interminable por parte de ellas y de todos nosotros. Lo de la Ministra será apoteósico, visto lo visto. Un ambiente de tongo solo roto por chapuceras intervenciones de los que no están en el tinglado, pero estudian poco y no se enteran de nada, Los españoles podríamos intentar algo intermedio entre la algarabía contestataria del Prestige, sin un muerto que yo sepa, y el homenaje silencioso y solidario a las víctimas un accidente del que nadie es responsable, salvo un pobre maquinista que pasaba por allí, aunque tampoco en su mejor momento. España está acostumbrada a comer basura y resistirá también esta ración, un buen entremés para volver a lo de Bárcenas con el estómago preparado.
Contra el caos, si se pudiera
Contra el caos, si se pudiera