Aparte de las razones estrictamente políticas que me llevan a criticar al partido al que he votado, hay razones de tipo estético que dependen del escaso gusto que le tengo a hacer el ridículo, cuando sea evitable. Me refiero al ridículo que han hecho y continúan haciendo con la conversión a una especie de secesionismo moderado de doña Alicia Sánchez Camacho. No se puede introducir en el debate, por decirlo de alguna manera, sobre la financiación de las CCAA, y no sólo de Cataluña, mediante una salida de tono de una dirigente marxiana, sector Groucho, aunque si hiciese falta se apuntaría al de don Carlos, que se dedica a hacer grabaciones «secretas» a pachas con los supuestos rivales y que parece tomar a todo el mundo por más tonto que ella misma, lo que supone un abuso intelectual intolerable. Cuando se hacen estas cosas se acaba haciendo inevitable que el lehendakari madrileño hable de un referendum en su comunidad, idea que también es cómica, aunque se pretenda emplear como recurso retórico. A guisa de ejemplo: si se quiere evitar que alguien sea mal hablado, no se le puede decir que si lo es se le va a joder, con perdón, o sea que si un referéndum es ilegal en Cataluña ni en broma debe sugerirse para Madrid, digo yo.