En Vozpopuli aparece una información sobre una supuesta demostración científica de la existencia de Dios a partir de las ideas de Kurt Gödel, uno de los grandes matemáticos del siglo pasado, tal vez el que haya hecho derramar más tinta a los no matemáticos. El artículo es lo que cabe suponer que sea, pero la idea de fondo ha dado muchas vueltas, es vieja, lo que no siempre quiere decir que sea una mala idea. Se trata de un asunto serio, que no cabe en una columna digital, pero que no es una chorrada como alegremente comentan varios de los que adjetivan la atrevida columna. En el fondo es el argumento ontológico, una prueba que no les pareció mal a algunos genios como Descartes, Leibniz o el propio Gödel, además de filósofos contemporáneos, como Norman Malcolm, uno de los discípulos directos de Wittgensterin, o Alvin Plantinga.
Si traigo aquí este asunto es porque se relaciona con una cuestión que me ha intrigado bastante, y es de carácter más general, a saber, cuál es la causa, más que la razón, de que la mayoría de la gente persista inconmovible en sus creencias, aunque haya argumentos racionales de considerable peso frente a ellas. Esto ocurre con llamativa frecuencia cuando el argumento es puramente formal o lógico, es decir, inesquivable en ese terreno. Pero la gente, tal vez con buen sentido, prefiere la evidencia inmediata o intuitiva, una especie de fe animal como la llamaba Bertrand Russell, a la evidencia deductiva, y encuentra sospechosa siempre a la evidencia meramente verbal o simbólica, cuando de esa conclusión se podrían derivar consecuencias para lo que hay que pensar o lo que convendría hacer, para la vida. Cree, y no le falta razón, que el nexo entre las verdades meramente decibles y la existencia real de lo que tal verdad proclama hay un abismo. Además de tal inconveniente, nada pequeño, resulta que nadie está dispuesto a entregar su libertad de juicio, incluso la de quienes la niegan, a una fórmula. Me parece que por esta vía se toca una de las cuestiones más profundas y paradójicas de la condición humana, pero para ser primero de año, ya está bien de metafísica. Feliz 2014 a todos mis lectores: que Dios derrame sobre nosotros los bienes esenciales para un vida feliz,y que nosotros sepamos aprovecharlos.
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