Siempre he pensado que las mayores dificultades de la democracia en España derivan de factores culturales. Ahora estoy experimentando en carne propia alguno de esos defectos tan españoles, aunque sea un tópico, como poco simpáticos. Nos cuesta trabajo organizarnos, abreviar, saber cuándo hay que tomar decisiones, distinguir lo esencial de lo que no es del caso, y mil cosas más. Nos faltan, en último término, buenas tradiciones y eso es en lo que hay que esforzarse más, en crearlas. En eso estamos, pero sin incurrir en un feo defecto, el pesimismo, el desánimo, el pensar que los problemas siempre los causan los demás, siendo autocríticos, y todo lo bien educados que podamos ser.