Los resultados de Pablo Casado suponen un pequeño soplo de aire fresco en la atmósfera de espeso secretismo y fatalidad que constituye la realidad de buena parte de ese partido ahora mismo.
Hay que preguntarse si Pablo Casado será capaz de hacer ver a su partido lo que les ha estado pasando. La mejor manera de entenderlo es leer este extraordinario análisis de Miguel Ángel Quintanilla en El Mundo, un contundente análisis de los datos relevantes, que es la premisa indispensable para poder operar con libertad. Léanlo, háganse el favor, si es que el destino electoral del PP les interesa mínimamente.
No es fácil ser optimista con esos datos, porque del mismo modo que el PP ha llegado a ser un partido fragmentado territorialmente, sin verdadera unidad política, sin un proyecto nítido para España, y de ahí su desaparición en Cataluña y el País Vasco, se ha convertido en un partido cobarde e incapaz de pensar con libertad, está preso de sus fantasmas, de tal forma que es desgraciadamente poco probable que eso se pueda arreglar en quince días, aunque quepa la posibilidad de que una victoria de Pablo Casado le diese alas para intentarlo a medio plazo.
De cualquier manera, Pablo Casado se enfrenta ahora misma a una dificultad, porque su mensaje de renovación ha tenido casi un 70 por ciento de votos en contra, ya que los votos a Soraya y Cospedal son votos marianistas, para que todo siga igual, aunque sea rigurosamente absurdo el puro intento de conseguirlo.
Si Casado se atreviese a entrar en campaña a tumba abierta, es posible que consiguiese un triunfo resonante, y un gran capital político, mientras que si chalanea con Cospedal puede acabar cayendo en las garras del gran Arenas, por fijarnos en un símbolo del partido que nunca gana, pero siempre está ahí, y sus infinitas componendas, es decir, no ganar o hacerlo maniatado. Seguramente intente una vía intermedia y no hay nada seguro que decir al respecto.