Elogio del cine clásico

Acabo de ver Intercambio, la película de Clint Eastwood recientemente estrenada. Es una obra perfecta del cine clásico. En una de las escenas finales la atribulada protagonista apuesta, estamos en 1934, porque el Oscar sea para Sucedió una noche (como así fue) frente a Cleopatra, es decir por una comedia con interés frente a las superproducciones y los espectáculos fastuosos.

La película de Clint Eastwood no es, ciertamente, una comedia. Lo que en ella hay de perfecto es el equilibrio entre la exactitud formal y la emoción, el realismo de los sentimientos, de las pasiones, del afán de justicia. Clint Eastwood es, me parece, un republicano y se entiende muy bien viendo su cine. Esta película es un elogio continuo del valor, de la independencia, del orgullo y una crítica del conformismo, de la corrupción, un canto a la virtud individual como resorte del bienestar público. Los héroes de la película, una madre y su hijo, un predicador, una maestra, un médico, un policía, una puta y un abogado tienen en común el valor de resistirse a la comodidad y a la cobardía, la férrea voluntad de obedecer a su conciencia antes que a sus cálculos. Los villanos son policías, psiquiatras, funcionarios, gente de orden que pretende que nada se mueva, que todo sea igual. La lucha entre esos tipos humanos es, en realidad, una metáfora de la lucha que siempre existe en nuestro interior. Por eso la película de Eastwood es un espectáculo.