Los que se han manifestado contra la reforma constitucional ejercen un derecho legítimo y defienden, aparentemente, una causa razonable. Sin embargo, la música que suena detrás de los argumentos es cada vez más horrísona, es el ruido de una generación defraudada, desde luego, pero que hace mal en fijarse solo en lo que está mal sin decir lo que cree. No se puede combatir la hipocresía con la mentira, ni la inutilidad con la pereza, al menos eso me parece. De cualquier manera, el deporte de tomar la calle es adictivo pero está sujeto a modas, climas y bandazos. Que alguien cometa un error no quiere decir que sus críticos acierten, casi nunca.
¿Pelahustán?
¿Pelahustán?