Llegado el momento de la finalización del mandato de Miguel Blesa al frente de Caja Madrid, se discute mucho sobre la persona del próximo presidente. Al parecer quien tiene más posibilidades de hacerse con el cargo es Ignacio González, actual vicepresidente de la Comunidad, quien cuenta con un apoyo mayoritario de la asamblea que, de acuerdo con la legislación vigente, tiene la facultad de nombrar presidente. Parece lógico suponer que González cuente con el apoyo de Esperanza Aguirre, puesto que, además de ser su vicepresidente, son los partidos políticos quienes mayor fuerza tienen en la asamblea de la Caja, y el PP parece haber obtenido un pacto para apoyar esa sucesión con el apoyo del PSOE y de los sindicatos.
Así las cosas, cabría desear un mayor grado de independencia y de despolitización de la gestión de las Cajas, de manera que se pudiese escoger con facilidad a gestores idóneos, pero lo que no cabe, porque es de traca, es reclamar esa supuesta despolitización única y exclusivamente para este caso. Es absolutamente evidente que, mientras no se cambien las cosas, son las fuerzas políticas quienes, de una u otra manera, gobiernan las Cajas. Quizás fuere mejor privatizarlas, yo así lo creo, pero mientras sigan siendo el tipo de entidades que de hecho son, lo lógico es que sean las fuerzas políticas quién las gobiernen.
En el caso de la candidatura del señor González, que tiene tanta o más experiencia que la que en su día tuvo el señor Blesa, por ejemplo, para llegar al cargo, lo que se ha emprendido es una batalla para lograr que Caja Madrid se convierta en un poder absolutamente al margen del control de doña Esperanza Aguirre, lo que, sic rebus stantibus, carece de cualquier justificación.
Lo que ocurre es que el puesto de Blesa es muy goloso, y hay muchos que aspiran a hacerle un lío a doña Esperanza, a ver si no se entera y, puesto que es persona educada, se deja manejar al antojo de cuatro listillos, sin levantar mucho la voz. Me temo que no lo vayan a conseguir.
¿Quién tiene mayor legitimidad que la presidenta del PP para influir o decidir en esta cuestión, en la medida en que los políticos tengan que hacerlo? ¿Nos imaginamos al señor Rajoy pretendiendo pactar con ZP la presidencia de las cajas andaluzas o de las catalanas? ¿Nos imaginamos al alcalde de Barcelona diciendo que el presidente de la Caixa tiene que decidirse entre Zapatero y Rajoy? Pues cosas tan absurdas como esas se están diciendo estos días, aparentando una neutralidad encomiable y un desinterés más allá de cualquier duda. ¡Qué cara dura tienen algunos!
Yo creo que, efectivamente, habría que cambiar el sistema de control de las Cajas y, a ser posible, privatizarlas en todo o en parte para que entren seriamente en el mercado de servicios bancarios y financieros sin favoritismos y sin trapacerías. Pero pretender que eso haya que hacerlo con Caja Madrid y ahora, sin tocar a fondo el sistema, es de una hipocresía admirable, y supone despreciar olímpicamente la inteligencia y la voluntad de los madrileños y de nuestras instituciones; hay personajes que se han acostumbrado a eso, van de progres (¡pobrecitos!) por la vida, y parecen creer que el mundo se haya hecho para satisfacer sus caprichos. Hora es ya de que despierten y se dediquen a otra cosa.