Cuba

Es realmente misterioso cómo se puede preferir un régimen como el cubano, en el que cabe toda mentira porque el poder es absoluto, a los regímenes, por corruptos que estén, en los que queda alguna sombra de respeto a la verdad, es decir, a la libertad de todos y de cada uno. Los protagonistas del supuesto accidente que costó la vida a Oswaldo Payá todavía no han podido decir nada, tienen que esperar a que el régimen de los tiranos acomode violentamente los testimonios posibles al único relato que desea, a lo que ha hecho o a lo que, por lo menos, le conviene que parezca. 
Escribir en los teléfonos sin teclado

Galeanos de todos los países

He visto hace unos días Eduardo Galeano en una tele, pontificando, como es lógico. Galeano parece un tipo valiente, de manera que no se privó de informar a los que estábamos viéndolo de lo injustos que estamos siendo en España con el juez Garzón. Tomen la lección de un gran sabio, de uno de esos que solo habla de lo que saben. La verdad es que estoy de acuerdo, pero al revés. Me parecieron admirables la sinceridad y la audacia de Galeano al mostrar sus simpatías pro Garzón en una de las teles del grupo Prisa. ¡Qué bonito es acudir en auxilio del vencedor cuando estamos en su casa!
La entrevista me hizo acordarme de algo que me llamó la atención al leer un libro de Galeano sobre el fútbol. El libro es un rimero de anécdotas más o menos hiladas que no ocultan del todo la admiración galeana por este juego. Esta escrito como una especie de almanaque. Galeano hace un alto algo más amplio que el que hace tras cada capítulo a la hora de introducir la conmemoración de cada uno de los mundiales. El autor se suelta el pelo con ese motivo y nos da unas gotitas de su visión más general, de cómo está el mundo y esas cosas.
Lo que me llamó la atención es que, a partir de los sesenta, repetía en cada repaso a uno de los mundiales una frasecita pretendidamente irónica y mordaz con la oposición a Castro. Pensé que, al acercarse al presente, Galeano se tomaría más distancia con la obra de Fidel, pero no, sigue haciéndole los coros.
Ya dije que Galeano me parecía un valiente, y esta fidelidad a Fidel lo demuestra, casi tanto como atreverse a hablar bien de Garzón en la tele de los Polancos. Da gusto ver a estos izquierdosos valientes y sinceros remar siempre a favor del agua. Lo que nunca entenderé bien es porque no se han ido todos a Cuba a trabajar para el partido o para el propio Fidel; supongo que tendremos que pagarles el sacrificio que han hecho por nosotros quedándose en sociedades capitalistas que se atreven a juzgar a jueces de su cuerda.

Muerte en La Habana

[Orlando Zapata, foto tomada de Libertad digital]

Orlando Zapata, un trabajador y un hombre valiente, ha muerto en la cárcel de la cárcel que es la isla de Cuba en manos de Fidel y sus secuaces. Es terrible que quienes se levantaron en armas para defender cosas en las que se podía creer, aunque fuesen falsas, hayan acabando siendo carceleros, verdugos, traidores, asesinos.

Pero quizás es más terrible todavía que en esta España, que tanto debiera saber de lo indigno que es vivir sin libertad, haya quienes diciendo ser demócratas entren en la obscena ceremonia del disimulo, que miren para otro lado, que hablen, como hizo la vicepresidenta primera de este gobierno complaciente con los tiranos cubanos, de un “lamentable desenlace”.

Es posible que no se pueda pedir a todo el mundo la dignidad, el coraje y la determinación heroica de Orlando, pero sí se debería exigir a todos los que se dicen demócratas que alzasen el grito contra un régimen inicuo y miserable que trata a los cubanos como si fuesen esclavos, que los deshonra y los aflige con la miseria y la mezquindad de una vida sin horizontes, sin esperanza.

Me avergüenzo de padecer un gobierno tan hipócrita, incapaz de reaccionar con dignidad ante una acción deleznable, por miedo. Por miedo a un dictador de opereta, y por miedo a unos votantes ciegos y fanáticos que, aún siendo muy pocos, a Dios gracias, les pueden hacer falta para continuar en sus poltronas.

Yo sé que mi homenaje no vale nada, pero tengo que admirar la valentía de quienes resisten a un sistema minuciosamente perverso, y tengo que gritar contra la afectada indiferencia de los hipócritas que condenan en abstracto pero que hacen negocio con el dolor, la miseria y la dignidad de los cubanos.