Esperanza Aguirre

Que la política es el intento de hacer gastronomía con sapos, se sabe desde hace tiempo, pero siempre es desagradable comprobarlo. Tras la convención del PP en Barcelona muchos insinúan, y algunos, como, por ejemplo, Anson, lo dicen abiertamente, que Rajoy podría descabalgar a Esperanza Aguirre de la cabecera de las listas madrileñas. Otros comentaristas no tan proclives al marianismo, como el gran Cesar Alonso de los Ríos, han hecho notar que el liderazgo de Rajoy parece consistir en una eliminación progresiva de cuantos pudieran inquietarle, con la excepción de Gallardón que, sin que se sepan muy bien las razones, goza de una aparente predilección entre los marianistas, tal vez porque crean que es progre y leal. Como se ve, no se trata de pronósticos contrarios, sino convergentes.

Yo no puedo creer que los errores de Rajoy puedan llegar hasta ese punto, aunque estoy casi seguro de que muchos de sus asesores no soportan a la presidenta madrileña. El caso es que a Esperanza le ha tocado comerse un sapo para poner buena cara en Barcelona, pero pudiera pasar que sobre ella se cernieran amenazas más graves. No se me alcanzan las ventajas que pudiera tener una nueva victoria del PSOE en las generales, pero en los aparatos hay gente capaz de cosas muy ingeniosas

Doña Esperanza Aguirre es una persona de firmes convicciones, alguien que no tiene miedo a pensar como lo hace ni, menos aún, a que se sepa lo que piensa. Esto les da un poco de cosa a muchos genoveses, que creen que si se logra un buen montaje, las ideas están muy de más. Por curioso que pueda parecer, esto de tener ideas y de hablar de ellas, resulta ser un rasgo raro entre políticos, especialmente entre los que, siempre dispuestos a triunfar al precio que sea, confunden el afán de victoria con la aceptación de las premisas de sus contrarios. Gallardón es un caso claro de esto último, y de ahí el que les parezca un líder muy conveniente a quienes nunca votaron ni votarían al PP, más que nada, supongo, por razones estéticas, pues se trata de gentes muy miradas.

La valentía en la defensa de las propias convicciones es una condición inexcusable del liderazgo auténtico, algo que tiene Esperanza, y de lo que otros, estén donde estén, carecen profusamente. Quevedo satirizó el falso liderazgo al decir que «para que se anden tras ti todas las mujeres hermosas… ándate tú delante de ellas». La lideresa madrileña no es de las que tratan de ponerse al frente de la manifestación, sino de que la gente se le una porque llegue a convencerse de lo que ella piensa, cosa que se dedica a explicar de la mañana a la noche, con notable eficacia, porque cree que el liderazgo político no está reñido con la pedagogía, sino con el oportunismo y la mangancia.

No sé sino serán demasiadas tachas como para soportarlas en una misma persona, como tampoco sé si Rajoy llegará hasta las elecciones generales (tal vez decida no convocar el congreso que habría que celebrar), ni, menos aún, si será capaz de ganarlas; lo que sí sé, es que si intenta desestabilizar a Esperanza Aguirre, cometerá el error de su vida, causará un daño irreparable al PP que conocemos, y, desde luego, no ganará las elecciones. Así que el tándem Gallardón/Botella que promueve el escritor monárquico pudiera llegar a ser la última ocurrencia de Rajoy en el reino de la política.