Los partidos no son lo que debieran

Una de las cosas que está fallando de manera más estrepitosa en la democracia española son los partidos políticos. Ni sirven para lo que se supone debieran servir, la Constitución les asigna misiones que o ignoran o incumplen, ni sirven a España, ni, en realidad, sirven para cosa distinta que para entronizar pequeñas dictaduras, con tendencia a ser hereditarias, en las que nadie pueda pensar ni decidir al margen de lo que diga el líder de turno.
El mejor ejemplo de todo esto es la situación en la que actualmente se encuentra el PSOE, incapaz de decirle a su líder que se retire porque hace falta hacer otra política, una política que Zapatero no puede encarnar de ningún modo. Muchos dirán que el inmovilismo y el aferrarse al líder es la mejor garantía para sobrevivir que el partido tiene como tal, pero esto es falso de toda evidencia. El PSOE va a pagar muy caro los errores de Zapatero, pero podría salvar muy buena parte de los muebles si le señalase inequívocamente el camino de la dimisión, no para convocar elecciones, sino, simplemente, para dejar paso a otro capaz de hacer lo que el mundo entero nos exige, y lo que nuestro bien común demanda.
Sería milagroso que pasase algo como lo que acabo de decir, pero solo lo consideramos milagroso porque nos hemos acostumbrado al fatalismo dictatorial, a soportar con paciencia sobrenatural, los males que nos infligen los que mandan, ignorando que la esencia de la democracia es la destituibilidad pacífica del que lo hace mal, es decir, que carecemos casi completamente de democracia.
Es muy importante que cunda la conciencia de que hay que acabar con el cesarismo, con la dictadura de unos pocos, pero para nuestra desgracia, a veces parece como si los españoles lleváramos en la sangre ese sometimiento humillante, ese servilismo impotente hacia quienes nos desprecian con sus acciones y su idiotez empavonada de absurdas razones.

El César Zapatero

Como todos los Césares; Zapatero es veleidoso. Su dedo poderoso no se cansa de cambiar vidas, de elegir futuros, y a veces se divierte haciendo travesuras sin mayor trascendencia, aunque sus cercanos digan que es vengativo, y que no soporta a los que se creen algo. Su condición de máximo pontífice del socialismo, por decirlo así, le hace tener que tomar decisiones que determinan el futuro, cosa que, como se sabe, está al alcance de muy pocos. Ahora que ya no puede decidir grandes cosas en el Gobierno, debido a las persistentes llamadas internacionales, va a concentrarse un poco más en el partido, y ha decidido empezar por Madrid.

Como es un tío elegante, antes de defenestrar al bueno de Tomás, y no digo más, le ha hecho un elogio enorme, y hay que esperar que el ex alcalde de Parla, sepa agradecer debidamente la magnanimidad de un gesto tan gratuito. Lo malo, es que, a continuación, ha elogiado más todavía a Trinidad Jiménez, de manera que ya sabemos que Tomás no va a perder las elecciones frente a Esperanza Aguirre, cosa de la que siempre estuvo muy seguro. Ya se sabe que los dioses escriben derecho con renglones torcidos, aunque no sé muy bien qué clase de renglón es este Tomás.

Con Trini, belleza madura y ceceante, vamos a disfrutar de lo lindo; yo que doña Espe me echaría a temblar. ¡Qué rival! La ministra que evitó la gripe A, hay que decirlo, y que piensa en retirar el tabaco de las calles va a ser una pesadilla para el PP de Madrid. Y además, Lizawetsky en el ayuntamiento; en verdad que ZP se ha sacado de la manga un par de ases, ahorrándonos, además, todas esas penosas tareas de los partidos, esa pérdida de tiempo de andar con elecciones internas y todo ese ceremonial. Eficacia, es el mot de ZP, ya se sabe.

Para terminar, un consejo al PSOE de Madrid: si alguna vez quiere pintar algo en política, debería pensar en hacerse separatista: puede ser un poco traumático, pero no creo que perdiese muchos de los votos que tiene, y se ganaría, además, el respeto de Ferraz. A mí me da que ese era el plan de Tomás, y no digo más: es evidente que ZP la ha ganado por la mano; sin duda, es el más rápido.